domingo, 24 de mayo de 2009

NATURALEZA Y CULTURA: RELACIONES (PARTE I)


Las relaciones entre los conceptos de naturaleza y cultura conocieron, en el siglo veinte, profundas transformaciones, incluso cuestionamientos o cambios de valor, que son bastante representativos del estado general del pensamiento contemporáneo.
I.1.Tradicionalmente, en efecto ("tradicionalmente" remite a la época que precede a las transformaciones del pensamiento, en el dominio de la física, pero también de la antropología, ocurridas desde los primeros años del siglo veinte), las relaciones entre la naturaleza y la cultura se han caracterizado por la diferencia, o aun, la oposición, entre estos dos conceptos.
En un primer nivel, lo que caracteriza tradicionalmente a la cultura y la distingue de la naturaleza es el artificio, la costumbre, la convención. La cultura es una institución humana, y como tal corresponde al ejercicio de una voluntad, o, al menos, a un conjunto de intenciones de sentido: la cultura es un mundo donde se despliegan reglas y valores. Éstos, sin embargo, son relativos al accionar humano, y son, por así decirlo, víctimas de su inconstancia: la cultura es también el mundo de la diversidad de creencias, de la inconstancia de las pasiones, o incluso de la contradicción de las decisiones humanas. Por el contrario, la naturaleza se presenta como una realidad caracterizada por la permanencia, la estabilidad, la regularidad. El retorno de las estaciones y de las floraciones, la constancia de las formas de lo viviente, pero también del mundo material, hacen de la naturaleza, por así decirlo, el testimonio de la sustancialidad del ser: que las cosas tengan una naturaleza significa que poseen una suerte de solidez en la cual el ser humano puede hacer capital de sus acciones y sus empresas. La naturaleza encubre una suerte de verdad que habría que descubrir. La ciencia, de una manera general, tiene por objeto esta sustancia subyacente.

En un segundo nivel, naturaleza y cultura han sido distinguidas desde el punto de vista de la libertad de la acción. Lo natural es, ante todo, lo espontáneo, lo instintivo, lo irreflexivo, o sea, la ausencia de la puesta en marcha del pensamiento deliberativo, del juicio, de la reflexión, que caracterizan por el contrario el despliegue de la acción libre, es decir, voluntaria. Ser libre es actuar en función de una deliberación y una representación previas, ahora bien, el animal o el niño, por ejemplo (estos seres que no han sido cultivados), no hacen más que reaccionar a las solicitudes de su entorno. Lo natural es, en consecuencia, como continuación de lo que se acaba de decir, igualmente el obstáculo, lo determinado: el ser natural se comporta en función y bajo la dependencia de causas que le son exteriores y que se aplican a él de tal suerte que no puede escapar a eso, o bien que le dejan poco espacio para reaccionar. La naturaleza se piensa entonces como el despliegue de un mecanismo riguroso. Por el contrario, como lo señala Rousseau, la libertad y la cultura se caracterizan por el poder que posee el ser humano de escapar a las reglas que él se ha dado para sí mismo, de rechazarlas, o de inventar nuevas. Artificio aún, pero en el sentido positivo de la invención de nuevas formas de existencia, que no pueden ser deducidas de la naturaleza y de su orden determinado.

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