viernes, 21 de octubre de 2011

El Mercado del Carbono y América Latina. (Parte II)

Lo que se comercializa
Lo que se tranza en estos mercados son las reducciones certificadas o no, de emisiones de CO2e3, comúnmente conocidos como CER. Algunos Estados industrializados o empresas emisoras de CO2, financian proyectos de reducción de emisiones de GEI (Gases de efecto invernadero), en un país en vías de desarrollo, que equivale a las toneladas de CO2e3 que generan. Otros, en cambio, acuden a bolsas de clima en las que ya están los proyectos desarrollados, con las cantidades de emisiones capturadas certificadas o verificadas, y donde se venden a quienes requieran reducir su propio impacto ambiental. Por ejemplo, si una compañía emite un millón de toneladas de CO2e (tCO2e), puede neutralizar sus emisiones protegiendo un bosque que absorba ese millón de tCO2e, o financiar el desarrollo de energías limpias y eficientes en países en vías de desarrollo, que tengan un impacto positivo equivalente al millón de tCO2e emitidas, lo importante es que haya, en términos cuantificables, una reducción de las emisiones. Sin embargo no es válido para la comunidad internacional financiar o comprar proyectos que hubiesen sido llevados a cabo sin tener en cuenta el beneficio ambiental o el cumplimiento legal, ya que lo primordial es ir más allá del marco legal por compromiso con el medio ambiente. Resulta importante tener siempre presente que el propósito del mercado de emisiones es la reducción de los GEI, si ese propósito no se logra no hay forma de comercializar los proyectos en ninguna de las bolsas de clima del mundo.
Dónde y cómo se comercializa
La Chicago Climate Exchange (CCX) es el único escenario en el continente americano en el que se pueden tranzar emisiones hoy. Uno de sus propósitos principales consiste en facilitar la comercialización de CER a través de su plataforma, con el agregado de contribuir voluntariamente a la reducción de gases generadores del efecto invernadero. La dinámica de la CCX es la de una bolsa de valores tradicional, en la que oferentes y demandantes, privados y públicos, coinciden en un escenario para intercambiar un bien o servicio, sólo que en este caso lo que se tranza son certificados de emisiones reducidas. En ese sentido, una empresa que tenga como compromiso reducir sus emisiones a 10.000 tCO2e por año, pero que al momento de evaluar, emite 12.000 tCO2e por año, debe ir a una Bolsa de Clima a comprar certificados equivalentes a 2.000 tCO2e por año para compensar su excedente. En este punto resulta válido anotar que esta dinámica es una economía de mercado y por lo tanto la ecuación de oferta y demanda determina el precio de los CER.

Cómo está América Latina
La Cepal estimó que para el 2010 se negociaron 400 millones de tCO2e en el mercado voluntario, que equivaldrían a una cifra entre US$4.000 millones y US$5.000 millones, sin contar los US$16.000 millones que llegarían a la región como apoyo financiero a proyectos de desarrollo ostenible. Brasil ha tomado la delantera entre los países latinoamericanos, con la creación del Mercado Brasileño de Carbono, iniciativa conjunta entre la Bolsa de Mercaderías y Futuros y el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio, que
tienen como propósito fundamental desarrollar un sistema eficiente de reducción de emisiones certificadas. Aunado a lo anterior, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha calificado la estrategia como una de las más importantes apuestas de país alguno en la región para el desarrollo sostenible, viendo un futuro
promisorio en la venta de créditos de carbono. A partir de esas políticas públicas de incentivo, Brasil se ha convertido en uno de los mayores exportadores mundiales de créditos de carbono y el primero de América Latina, contabilizando cerca de 20% de los 55 millones de tCO2e que ha reducido la región.
Latinoamérica en general requiere cambios estructurales para aprovechar la dinámica del mercado, bien sea en el de cumplimiento o fuera de este. Una encuesta del Banco Mundial identificó como las barreras más importantes para la implementación de MDL, la falta de esquemas locales de promoción, la falta de financiamiento para las actividades y proyectos, y en los casos de Colombia y Guatemala, el riesgo país.
A pesar de esas limitaciones se ha aprovechado hasta ahora el potencial del negocio, generando casi la mitad de los proyectos negociados en MDL en el mundo. Esto se debe, principalmente, a lo que la Cepal ha denominado el “stock de recursos para energías renovables” con el que se cuenta, sobre todo las centrales
hidroeléctricas, que suman 53% de todos los proyectos negociados.
Actualmente América Latina está identificando el potencial financiero de sus recursos naturales. A partir de la década de 1990, la mayoría de los gobiernos centrales abrieron las oficinas correspondientes a la Autoridad Nacional Designada (AND), encargadas de la aprobación y promoción del MDL, que es el paso previo nacional a la certificación y comercialización de certificados de emisiones reducidas. Existen casos interesantes que muestran que éste es un modelo de desarrollo sólido que logra darle a la región cierta independencia económica. Panamá, por ejemplo, logró vender un proyecto de captura de emisiones por la construcción de una hidroeléctrica en US$18 millones, lo que cubría buena parte del costo de la construcción, evitando que el país entrara a solicitar préstamos por ese concepto a la banca internacional.
A pesar de ello existen demoras en la parte formal de la aprobación y certificación de los proyectos MDL, tanto en el plano nacional como en la junta ejecutiva del Protocolo de Kyoto. Según un estudio realizado por el Centro Andino de Economía y Medio Ambiente (CAEMA), en 13 países de América Latina y el Caribe se analizó la institucionalidad que rodea al MDL y se encontró que durante el 2004 se presentaron 92 proyectos elegibles al MDL, para ser evaluados y aprobados por las autoridades nacionales designadas (AND), pero un año después sólo un tercio había sido evaluado, entorpeciendo una dinámica que debería ser fluida para incrementar beneficios. Además de lo anterior, no existen criterios estandarizados de evaluación y aprobación de proyectos. El mismo estudio muestra que sólo cinco, de las trece AND de América Latina, tienen protocolos y procedimientos establecidos, lo que genera incertidumbre para los desarrolladores del proyecto e inversionistas; sin embargo se destacan como modelos para seguir, Argentina, Costa Rica y Perú, por la rapidez como han implementado y homogeneizado las reglas MDL.P

lunes, 1 de agosto de 2011

El Hombre Como Ser Espiritual


Los griegos descubridores de la razón autónoma.

Según la Biblia, Dios ha inspirado al hombre su hálito espiritual, pero le ha prohibido bajo pecado comer del árbol de la ciencia. Más elevado que lo que nosotros mismos podemos conocer, está lo que Dios manifiesta, en un principio abiertamente, y todavía ahora por boca de los profetas. Y según el cristianismo, todo nuestro saber es cuanto más sólo una obra vana: “Nosotros vemos ahora por un espejo en una palabra obscura”. Las verdaderas virtudes del hombre se basan en lo emocional, en lo que él cree, ama y espera.

Comparado con todo esto, entramos luego con los griegos clásicos en un mundo totalmente distinto. Se extiende una red completamente distinta de referencias para captar el verdadero ser del hombre. Los griegos conciben al hombre como procedente, no de Dios, sino de sí mismo. Y para ellos su distinción consiste en sus dones espirituales. Es para ellos el ser que tiene razón (en contraposición a los animales, caracterizados como Aloga). Así se dice en las anacreónticas: “La Naturaleza dio a los toros cuernos, a los caballos pezuñas, a las liebres rapidez, pero a los hombres les dio el pensamiento”. Exactamente lo mismo se ve en los filósofos. Según Platón, lo logístico constituye la parte más elevada de nuestra alma, y lo mismo es según Aristóteles y los estoicos.

No es casualidad que los griegos sean los primeros que han buscado el momento de lo teorético independientemente y la sabiduría por sí misma (únicamente Solón y Herodoto, como dice éste, han recorrido países extranjeros “para saber”). Los conocimientos, tan ricos en sí, de los pueblos orientales, se diferencian de los griegos en primer lugar en que todos están al servicio de objetivos prácticos (por ejemplo: La Astronomía al servicio de la navegación, el calendario y la adivinación). Sólo en los griegos, que pronto llegaron a sobresalir en estas cosas, adquiere el conocimiento un valor autónomo que  no necesita ser iluminado por otra luz. Sólo entre ellos nacen las razones culturales autónomas de las ciencias y consiguientemente también los tipos humanos del pensador y del sabio.

Y lo mismo que la razón teorética, así también la razón práctica adquiere autonomía entre los griegos. La ética de la Biblia es teónoma; se deben seguir los preceptos morales porque Dios los ha decretado. En todas partes los hombres se rigen por tradiciones antiquísimas y celosamente guardadas, que se consideran valiosas naturalmente y acerca de las cuales nadie se pregunta si se pueden justificar ante la razón. En Grecia es donde primeramente se fundamenta la ética racional. Sólo allí adquiere el hombre una confianza tal en su propia razón que se atreve ahora, no ya a seguir solamente los preceptos divinos o tradicionales, sino a escuchar las voces interiores y guiarse en su conducta por aquello que la razón da por bueno.

Ciertamente, las éticas filosóficas establecen diferentes conceptos del bien, pero todas tienen en común y se basan ya en que el hombre en general – y esto fue entonces una violenta novedad- puede y debe hacer solamente aquel bien que se acredite como tal ante su razón. (De hecho, seguirá siempre, y más de lo que él cree, guiado además por las tradiciones; muy a menudo la razón ratificará simplemente en su interior el bien tradicional, de manera que la conducta exterior siga siendo la misma que hasta ahora, pero, sin embargo, ahora está elevado a un grado más alto).

Con lo dicho queda ya anticipado que el hombre que vive por su razón es el único hombre verdaderamente individual. Oír solamente a su razón quiere decir oírse solamente a sí mismo, quiere decir recibir sus directivas, no de tradiciones y reglas comunes, sino de la propia alma. La ética racional es una ética autónoma y  el libre desarrollo de la razón teorética origina también un individuo autónomo, que no se siente ya ligado por lo que ha recibido. Siendo un producto de la cultura superior,esta cierta autonomía del individuo, como la que hizo posible la fe griega en la razón, ahora esta fe a su vez hace avanzar aún más el proceso de autonomía.

Pero así como la razón recién descubierta se opone exteriormente a lo tradicional y libera al individuo, así también tiene su enemigo en el mismo interior del hombre, donde se opone a otras fuerzas espirituales, a los instintos y pasiones (Max Weber clasifica hermosamente en motivos tradicionales, racionales y emocionales a los tres grupos de motivos fundamentales del obrar). Y ciertamente la razón, según Platón, debe dominar los apetitos por ser la fuerza suprema en nosotros; según los estoicos, incluso reprimir totalmente los afectos sí es posible; el inmóvil reposo del ánimo (Ataraxia) es su ideal; y según Aristóteles, el alma debe -mediante la tragedia- “purificarse de las pasiones”. Todavía Kant  se sitúa en esta misma línea tradicional; la conducta moral se reduce para él a que el deber racional domine la tendencia carnal. Por el contrario, la ética tanto antigua como moderna, del valor sabe que al menos no toda la conducta moral consiste solamente en eso. ¡También los estratos anímicos no racionales tienen su función vital  necesaria! Apenas pueden ser reprimidos totalmente y la represión que excede de lo necesario empobrece la vida. 
Pero, según los estoicos la razón -que en un sentido más amplio reemplaza a los valores internos de la persona en general- /confiere/* no solamente de autonomía sino incluso autarquía. Nos hace independientes, no sólo de nuestros afectos, sino de los bienes exteriores y del destino. “El sabio se basta a sí mismo”. Aunque ya no posee nada material, puede, sin embargo, permanecer ecuánime, pues posee lo que es más que todo lo material; a sí mismo y a la virtud que nadie puede arrebatarle. Si fractus illabatur orbis impavidum ferient ruinae! Así se alcanza un grado, hasta entonces, desconocido, de interioridad. Por eso el cristianismo pudo asimilar más tarde lo estoico. No depende en la vida de un “oropel terreno”, sino de la propia alma y de su purificación.

Al enseñar la Stoa no sólo que lo interior vale más que lo exterior, sino que lo exterior carece en general totalmente de valor y es indiferente, exagera y desacredita su propio principio. No todo lo que es exterior al alma es, sin embargo, solamente oropel. No sólo hay valores mundanos inmanentes –por ejemplo, el valor de la cultura-, sino que la misma alma, a menudo, sólo puede desarrollar sus mejores posibilidades en contacto con lo mundano.

Lo subjetivo y lo objetivo, lo interior y lo exterior no pueden separarse tan estrictamente. Mi espíritu solamente se refleja gracias a una instrucción superior, sólo puede expandirse humanamente en contacto con el amigo, sólo en la actividad profesional puedo entrenar y verificar mis fuerzas. Si se me excluye de la instrucción superior, si el amigo no me trata o no se me entrega, si la profesión en la que destaco está saturada y no me ofrece ninguna oportunidad, de poco me sirve decir como los estoicos que todas esas cosas no son más que Allotria, que lo único que cuenta es el carácter intacto. Lo interior depende de lo exterior; donde lo exterior falla, se quiebra también lo interior. Esto es ciertamente superior, pero su fundamento es aquello.

M. Landman.

sábado, 14 de mayo de 2011

El Mercado del Carbono y América Latina. (Parte I)

La gran cantidad de activos ambientales con los que cuenta América Latina y el Caribe, convierte a esta en una región proveedora de servicios ambientales para generar recursos alternativos como solución a la emisión de gases de efecto invernadero. El Protocolo de Kyoto fue el inicio del surgimiento de un mercado que busca encontrar alternativas para la protección del medio ambiente.

El mercado de carbono surge en el mundo como una vía complementaria, alternativa y económicamente viable al compromiso asumido por países, empresas e individuos, de disminuir las emisiones de gases que contribuyen al efecto invernadero (GEI). Este puede estar dentro del cumplimiento y la observancia de las prerrogativas del Protocolo de Kyoto o puede estar dentro del mercado voluntario, el cual no es jurídicamente vinculante, pero se ha desarrollado como respuesta a aquellos que están interesados en convertirse en carbón neutral*.

América Latina y el Caribe tienen un superávit de activos ambientales que convierten a la región en un importante proveedor de servicios ambientales globales. Entre estos servicios se encuentran los mercados de carbono, que representan una oportunidad de generar recursos adicionales para el desarrollo del país. Esto basado en mejores patrones de producción y consumo de energía, abriendo el campo a procesos de eficiencia energética, producción más limpia, así como un mayor aprovechamiento de las energías renovables, particularmente los biocombustibles, que ofrecen nuevas alternativas para un mayor desarrollo
económico de los países de la región.

Kyoto
El primer paso para el surgimiento del mercado de carbono fue la decisión de firmar, en 1992, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC), que tiene como principio fundamental la toma de medidas precautorias para anticipar, prevenir o minimizar las causas del cambio climático. Reuniones posteriores dieron lugar, en 1997, al Protocolo de Kyoto que definió la arquitectura del mercado de carbono, estableciendo objetivos cuantificados de reducción de emisiones para los países desarrollados así como los mecanismos de mercado diseñados para aminorar el costo de su implementación. Uno de estos mecanismos, el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), permite que proyectos de inversión elaborados en países en desarrollo puedan obtener ingresos económicos adicionales a través de la venta de créditos de carbono llamados “Certificados de Emisiones Reducidas” (CERs), al mitigar la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera o secuestrando dióxido de carbono para que no vaya a ésta. El Protocolo de Kyoto propone que las 38 naciones industrializadas reduzcan sus emisiones para el período 2008-2012, en un promedio de 5% anual, respecto de los niveles emitidos en 1990.

Mercados voluntarios
Además del mercado de carbono oficial regulado por las instituciones de la UNFCCC, también hay un mercado creciente, basado en los compromisos voluntarios de empresas privadas e individuos que buscan compensar por los impactos ambientales que genera su actividad productiva. Tanto el mercado oficial como el mercado voluntario de emisiones tienen objetivos que van más allá de la captura de carbono. De acuerdo con el artículo 12 del Protocolo de Kyoto, los proyectos del MDL también deben contribuir a los objetivos de desarrollo sostenible de los países anfitriones, tales como la reducción de la pobreza y el mejoramiento del nivel de vida de las zonas rurales. Así mismo, muchas empresas degran tamaño han establecido metas de
reducción de GEI voluntariamente. Estas compañías toman decisiones basadas en estrategias de inversión a futuro, ante las expectativas de cambio en la regulación ambiental y la convicción de que el desarrollo sostenible y la responsabilidad social en temas ambientales fortalecen el negocio. En muchos casos estas empresas invierten en reducción de emisiones de carbono de proyectos en países en desarrollo o en economías en transición, donde el costo de mitigación es menor.

*Según la University Corporation for Atmospheric Research (UCAR) ser “carbono neutral” significa remover de la atmósfera tanto bióxido de carbono como el que se ha agregado. ¿Cómo se puede remover el bióxido de carbono de la atmósfera? Una forma de hacerlo es comprando “compensación de carbono” y apoyar proyectos como los de las granjas de viento o parques solares. Esto ayuda a generar energía renovable y más económica, a la vez que reduce futuras emisiones de gas invernadero y compensa lo que se ha añadido con los traslados y consumo eléctrico actuales.